Josefina Cabrera busca promover más espacios de conversación y debates sobre temas fundamentales para fomentar el cambio hacia una sociedad más equitativa y con menos sesgos.
Trinidad Navarro Torres
Desde hace algunos años, los temas relacionados con la brecha de género, la equidad y el respeto a las minorías han tomado cada vez más relevancia. Los espacios de debates, foros y charlas son cada vez más comunes dentro de las aulas de clases y las conversaciones de sobremesa. Sin embargo, todavía queda mucho por hacer.
Solo para entender la importancia de que estos temas estén presentes dentro de la opinión pública, un reciente informe sobre la brecha de género del Foro Económico Mundial (WEF), calcula que al ritmo actual harán falta 132 años para cerrarla. Es decir, necesitamos 132 años para que exista paridad entre hombres y mujeres en los campos económico, político, educativo y sanitario.
Aunque esto suene algo desalentador, las nuevas generaciones y su creciente interés por abordar estos temas, permite vislumbrar un escenario más esperanzador en cuanto a los cambios sociales que se necesitan y desean.
Así lo asegura Josefina Cabrera, historiadora, docente, investigadora y directora de la Dirección de Género y diversidad de la Universidad de Artes, Ciencias y Comunicación, UNIACC, quien ha participado en diversas actividades con la Fundación y, actualmente, está haciendo la certificación para formarse como speaker.
“La brecha de género existe, y hay datos duros que lo explican mejor; sin embargo, en las nuevas generaciones uno vislumbra esperanza. Tengo la sensación de que ellos tienen menos estereotipos, que son más respetuosos con la diversidad, que mientras hay cosas que a los adultos nos hacen ruido o tenemos sesgos inconscientes, esta generación están más libres de este tipo de barreras”, explicó.
Para Josefina, una de las soluciones para la deconstrucción de estereotipos y sesgos, es mantener el debate activo, en la cual se sigan abordando y generando opiniones diversas sobre estos temas, para que muchas más personas se unan a la conversación.
“Hay mucho por hacer, pero desde lo personal; aprender a escuchar, orientar y generar diálogos a todo nivel, en la casa, en el colegio, en las universidades. Hablar y escucharnos con respeto, es fundamental para el cambio. Y no se trata solo de hacer grandes actividades, sino de pequeñas acciones individuales, tener más cuidado con lo que decimos, por ejemplo, o en la forma cómo criamos a nuestros hijos. A veces uno se descubre con conductas machistas o con estereotipos, que uno se sorprende porque pensamos que no los teníamos y resulta que sí, que están allí. Y es parte del aprendizaje, porque todos los hemos criado con muchos estereotipos. Pero es un trabajo diario, constante”, agregó.
Asimismo, es enfática en afirmar que las acciones que implementa la Fundación en las niñas, niños y adolescentes son profundamente necesarias para ir afianzando el cambio cultural, a través de la generación de referentes y el efecto multiplicador que se genera con cada actividad.
“Creo que la fundación está haciendo una labor clave, porque al trabajar con niñas y niños, genera un cambio cultural muy profundo. Cuando vas a un colegio y hay una sola persona que le hace clic lo que tú dijiste, ya estás aportando una semilla. Ahora imagínate el efecto cuando estás con un grupo de niñas que no tienen referentes, y que salen de esa actividad con la idea más amplia de sus posibilidades y luego se lo transmiten a su entorno. Es un efecto multiplicador muy valioso”, concluyó.